domingo, 15 de dezembro de 2019

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Despertó. Una ligera presión sobre la pierna izquierda, algo golpeaba allí, como pluma, en medio del esplendor de la riqueza de su sueño y tocaba su cuerpo con terciopelo. Y él vio una araña peluda, de color rojo, alrededor de 15 cm de diámetro, mortal, subiendo por su muslo, pero en seguida la maacuIvete la alejó con un pedazo de tela, venenosa– rara y feroz –¡la acanthoscurriaatrox! – saltó hacia la barandilla, giró sobre sí misma, levantó las patas delanteras en actitud agresiva, defensiva,erizó los pelos y desapareció. Para calmarlo, la india se sentó al borde de la hamaca. Lo miró y se rio, inclinándose sobre su tórax. Ferreira agarró fuertemente la cabeza de la india y la echó hacia sí. Ella avanzó en un sordo gemido salvaje. Del alero del tejado un águila alzó el vuelo, ganando los espacios azules. Era un gavilán-real-falso de vuelo hambriento y mirada ligera.
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