segunda-feira, 12 de julho de 2010

HORÁCIO


HORÁCIO

Rogel Samuel

A Ode III de Horácio nos recorda a lembrança das aulas de latim no curso de letras na FNFi. Uma dificuldade, traduzi-lo. Um verdadeiro e labiríntico xadrez verbal. O original assim diz: “Ad navem qua Virgilius Athenas vehebatur. / Sic te diva potens Cypri, / Sic fratres Helenae, lucida sidera, / Ventorumque regat pater, / Obstrictis aliis praeter Iapyga / Navis, quae tibi creditum / Debes Virgilium, finibus Atticis / Reddas incolumen, precor, / Et serves animae dimidium meae. / Illi robur et aes triplex / Circa pectus erat, qui fragilem truci / Commisit pelago ratem / Primus, nec timuit praecipitem Africum / Decertatem Aquilonibus, / Nec tristes Hyadas, nec rabiem Noti, / Quo non arbiter Adriae / Maior, tollere seu ponere vult freta. / Quem mortis timuit gradum, / Qui siccis oculis monstra natantia, / Qui vidit mare turgidum, et / Infames acopulos Acroceraunia? / Nequiequam Deus abscidit / Prudens Océano dissociabili / Terras, si tamen impiae / Non tangenda rates transiliunt vada. / Audax Iapeti genus / Ignem fraude mala gentibus intulit. / Post ignem aeteria domo / Subductum, Macies, et nova Febrium / Terris incubuit cohors; / Semotique prius tarda necessitas / Lethi corripuit gradum. / Expertus vacuum Daedalus aera / Pennis non homini datis : / Perrupit Acheronta Herculeus labor. / Nil mortalibus arduum est : / Caelum ipsum petimus stultitia ; neque / Per nostram patimur scelus, / Iracunda Iovem ponere fulmina.
A tradução de Elpino Duriense (Lisboa, 1807), assim se faz:

AO NAVIO DE VERGÍLIO


Assim a deusa poderosa em Chipre,
Assim os irmãos de Helena, brilhantes
Astros, e o rei dos ventos, só com japis,
prendendo os mais, te reja,
Ó nau, que és de Vergílio devedora,
Que a ti se confiou, rogo-te, o ponhas,
Salvo nas terras áticas, e guardes
metade de minha alma.
Enzinho e tresdobrado bronze havia
Em torno ao peito, quem ao pego iroso
O baixel frágil cometeu primeiro;
Nem já temeu o ábrego.
Com os aquilões brigando impetuoso,
Hiadas tristes, nem de Noto a raiva;
Que é da Ádria o mór senhor, ou erguer queira,
Ou amainar as ondas.
Que gênero temeu de morte aquele,
Que a olhos secos viu nadantes monstros,
Que viu túrgido mar, e Acroceraunos
infamados cachopos?
Em vão próvido Deus com o oceano
As terras retalhou insociáveis,
Se contudo os baixéis ímpios trespassam
os não tocandos mares.
Audaz a sofrer tudo, a gente humana
Por defezas maldades se despenha;
Audaz a prole de japeto às gentes
com fraude iníqua o fogo.
Trouxe: depois que o fogo à casa etérea
Se furtou, a magreza e nova tropa
De febre sobreveio à terra, e o fado
vagaroso da morte.
Dantes remota, apressurou o passo
Tentou com penas ao mortal não dadas,
Dédalo o ar vazio: o Aqueronte
rompeu trabalho hercúleo.
Nada aos mortais é árduo: cometemos
Loucos o mesmo Céu; e não deixamos
Com os nossos crimes, que deponha Jove
Os iracundos raios.
[HORÁCIO. Obras completas. São Paulo, Cultura, 1941. p. 24-25.]
A tradução do naturalista cubano Felipe Poey y Aloy diz: “Nave, a quien se encomendó Virgilio, así la amable Diosa que reposa en Chipre, así los hermanos de la bella Elena, lúcidos astros, y el padre de los vientos te conduzcan, que lo restituyas salvo, te ruego, a las arenas áticas y guardes la mitad del alma mía.
Triple armadura de bronce y robusto pecho tuvo quien entregó primero un frágil leño al piélago señudo. Ni temió el Austro altivo desatado contra el fiero Aquilón, ni a las lluviosas Hyadas, ni la furia del Noto proceloso, señor del Golfo Adriático, bien encrespe sus olas, bien las tenga sosegadas. ¿Qué genero de muerte podrá espantar a quien con ojo enjuto vio el mar embravecido, vio los monstruos nadando y los fulminados escollos del Epiro.
En vano Júpiter prudente ciñó las tierras con mares disociables, si sacrílegas barquillas osan al fin salvar las inviolables llanuras. La gente humana, dispuesta a todo, se despeña a la impiedad vedada. El hijo audaz de Japeto hurta el fuego del sol y lo distribuye a las naciones. Tras de este fraude, cargó sobre la tierra la macilenta fiebre y un nuevo escuadrón de males; y la muerte inevitable, antes lenta, llegó con paso presuroso. Dédalo se lanzó a los aires con plumas no dispensadas a la humanidad; Hércules, con temerario aliento, penetró el Aqueronte. No hay obstáculo para el hombre: en su demencia, acomete al mismo cielo; y por su maldad, no permite que Jove soberano deponga sus iras y rayos justicieros.”
Há tradução de Alberto Lista (1775-1848) publicada na España em 1837, e a de Javier de Burgos de 1844.
e Alberto Lista:
Así la amable diosa
que reina en Chipre; así su luz serena
te den, nave preciosa,
los dos hermanos de la bella Helena;
y desatando el aura deliciosa,
el padre de los vientos soberano
enfrente a los demás el vuelo insano.
¡Ay! mi Virgilio, prenda a ti cedida
y que debes volver entrega sano
a la cecropia arena,
y en él la mitad guarda de mi vida.
De diamante formado
el pecho tuvo y de robusto acero
quien el piélago airado
un leño frágil entregó primero.
Ni temió el Austro altivo desatado
Contra el fiero Aquilón, ni las lluviosas
Híades, ni las furias procelosas
Del Noto que en el Adria siempre manda;
Bien encrespe sus olas espumosas,
O bien manso y ligero
Restituya a la mar su quietud blanda.
Al mortal atrevido
¿qué riesgo espantará, cuando sereno
vio el golfo embravecido
de escollos y nadantes fieras lleno?
en vano Jove el mundo dividido
ciñó con océano dilatado
que apartase los hombres, y alterado
enfrenase su intrépida osadía,
si a su pesar, del piélago negado
el más remoto seno
atraviesa veloz la nave impía.
De sosiego impaciente
y ansiosa de su mal, feroz y osada,
la sacrílega gente
se precipita a la maldad vedada.
El hijo de Japeto el rayo ardiente
robó del sol: al fraude pernicioso
siguió de males escuadrón sañoso,
que la tierra oprimió con rabia fiera,
y la muerte que en paso perezoso
la ley nunca evitada
cumplió primero, abrevia la carrera.
Surcó Dédalo el viento
con alas al mortal no concedidas;
el Orco macilento,
mansiones por las furias defendidas
Hércules penetró con firme aliento.
Nada es difícil al orgullo humano:
ya desde el Osa con furor insano
al mismo cielo, se atrevió primero,
ni permite que Jove soberano
las iras merecidas
deponga, ni su rayo justiciero.

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Traducción de Javier de Burgos:
Nave que de Virgilio
El precioso depósito nos debes,
Que a su fe se confía,
Salvo a las playas áticas le lleves,
Y guardes la mitad del alma mía.
Así la cipria diosa
Y los gemelos fúlgidos de Helena
Te dirijan, oh nave,
Y Eolo, que los vientos encadena,
Y sople solo el céfiro suave.
Rodeaba sin duda
Triple armadura de templado acero,
El corazón de roble
Del que a fiar se aventuró el primero
Frágil esquife a piélago salobre;
Ni a las Hiadas tristes,
Ni del bóreas temió y ábrego insano
La continua refriega,
Ni al Noto, que señor del golfo adriano,
Tal vez sus olas alza, y tal sosiega.
¿Qué riesgo asombraría
Al que con ojo enjuto mirar pudo
Nadando en vasto giro
Monstruos alrededor, y el mar sañudo,
Y los tristes escollos del Epiro?
La tierra en vano Jove
Por hondos mares separó prudente;
Pues la sirte vadosa,
Donde tocar el cielo no consiente,
Sacrílega barquilla saltar osa.
Audaz por lo vedado
Desbócase el mortal; el mando bajo
Con fraudes Prometeo
Y osadía sin par el fuego trajo,
Que del alcázar arrancó Febeo.
La Amarillez, la Fiebre
Y de ignorados males hueste impía
Ocuparon el suelo
Entonces, y la muerte antes tardía
De entonces ¡ay! aceleró su vuelo.
Dédalo las regiones
Osó con alas al mortal negadas
Surcar del aura leve;
Forzó Alcides del Orco las moradas;
¿A qué del hombre el ansia no se atreve?
A veces desafía
Al cielo mismo nuestro orgullo vano,
Y por la culpa nuestra
No dejamos que Jove soberano
Desarme en fin la fulminante diestra.41

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