sexta-feira, 28 de maio de 2010

DIVERSAS FE, UNA VERDAD


DIVERSAS FE, UNA VERDAD



Por Tenzin Gyatso

The New York Times / Art. de Opinión

24 de mayo de 2010



CUANDO yo era un niño en Tíbet sentía que mi propia religión budista tenía que ser la mejor – y que otras creencias religiosas eran de alguna manera inferiores. Ahora veo cuán ingenuo yo era, y cuán riesgosos pueden ser hoy los extremos de la intolerancia religiosa.



Aunque la intolerancia puede ser tan antigua como la religión misma, todavía vemos señales vigorosas de su virulencia. En Europa, existen debates intensos sobre recién llegados usando velos o queriendo levantar alminares, y episodios de violencia en contra de los inmigrantes musulmanes. El tema de los ateos radicales cubre las condenas de aquellos que sostienen creencias religiosas. En el Medio Oriente, las llamas de la guerra se intensifican por el odio de adherentes a otra fe.



Es probable que dichas tensiones aumenten en la medida que el mundo se vuelve más interconectado, y las culturas, pueblos y religiones se entrelazan. La presión que esto crea, pone a prueba más que nuestra tolerancia – exige que promovamos una coexistencia pacífica y un entendimiento a través de las fronteras.



Es un hecho, cada religión tiene un sentido de exclusividad como parte de su identidad esencial. Incluso así, creo que existe un potencial genuino para un entendimiento mutuo. Preservando la fe hacia nuestra propia tradición, uno puede respetar, admirar y apreciar otras tradiciones.



Algo que me abrió los ojos inicialmente fue mi encuentro con el monje trapense Thomas Merton en India, poco antes de su inoportuna muerte en 1968. Merton me dijo que él perfectamente podía mantenerse creyente del Cristianismo, pero aprender en profundidad de algunas otras religiones como el Budismo. Lo mismo es cierto para mí como un budista ardiente que aprende de las otras grandes religiones del mundo.



Un punto importante en mi conversación con Merton fue cuán central era la compasión en el mensaje del Cristianismo y el Budismo. En mi lectura del Nuevo Testamento, me veo inspirado por los actos de compasión de Jesús. Su milagro de los panes y peces, todo en él, su sanación y su enseñanza encuentran motivación en el deseo de aliviar el sufrimiento.



Soy un firme creyente del poder del contacto personal para hacer de puente entre las diferencias, entonces hace mucho que me he inclinado hacia el diálogo con las personas de otras perspectivas religiosas. El enfoque en la compasión que Merton y yo observamos en nuestras dos religiones me impacta como un fuerte cordón unificador entre todas las principales creencias. Y en estos días, nosotros necesitamos destacar lo que nos une.



Veamos, por el ejemplo, el Judaísmo. La primera vez que visité una sinagoga fue en Cochin, India, en 1965 y me he reunido con muchos rabinos con el paso de los años. Recuerdo vívidamente al rabino en Holanda que me habló sobre el holocausto con tal intensidad que ambos nos emocionamos hasta las lágrimas. Y he aprendido cómo el Talmud y la Biblia repiten el tema de la compasión, como en el pasaje en Levíticos indica, “Ama a tu vecino como a tu prójimo”.



En muchos encuentros con eruditos hindúes en India he llegado a ver el aspecto central de la compasión desinteresada en el Hinduismo también – como expresado, por ejemplo, en el Bhagavad Gita, el que alaba a quienes “se deleitan en el bienestar de todos los seres”. Me conmueven las formas en que este valor se ha expresado en la vida de grandes seres como Mahatma Gandhi, o el no tan conocido Baba Amte, quien fundó una colonia de leprosos no lejos de un asentamiento tibetano en el estado de Maharashtra en India. Allí él alimentaba y daba techo a leprosos quienes de lo contrario eran abandonados. Cuando recibí mi Premio Nóbel de la Paz, hice una donación a esta colonia.



La compasión es igualmente importante en el Islam – reconociendo que se ha vuelto crucial en los años después del 11 de septiembre, en especial al responder a aquellos que pintan al Islam como una fe militante. En el primer aniversario del 11 de septiembre, hablé en la Catedral Nacional de Washington, abogando por que no sigamos la pauta de algunos medios informativos y dejemos que los actos de algunos individuos definan toda una religión.



Déjenme decirles sobre el Islam que yo conozco. Tíbet ha tenido una comunidad islámica por unos 400 años, aunque mis contactos más ricos con el Islam han sido en India que tiene la segunda población musulmana más grande del mundo. Un imán en Ladakh me dijo una vez que un verdadero musulmán debía amar y respetar a todas las criaturas de Alá. Y en mi entendimiento, el Islam considera la compasión como un principio espiritual central, reflejado en el nombre mismo de Dios, el “Compasivo y Piadoso”, que aparece virtualmente en el comienzo de cada capítulo del Corán.



El hallar un terreno común entre las fe nos puede ayudar a mediar entre las divisiones innecesarias en un momento cuando la acción unificada es más crucial que nunca. Como especies, nosotros debemos acoger la unidad de la humanidad cuando enfrentamos temas como las pandemias, crisis económica y desastre ecológico. A esa escala, nuestra respuesta ha de ser una.



La armonía entre las principales fe se ha vuelto un ingrediente esencial de la coexistencia pacífica en nuestro mundo. Desde esta perspectiva, el mutuo entendimiento entre estas tradiciones no es meramente el asunto de los creyentes religiosos – importa por el bienestar de la humanidad como un todo.





Tenzin Gyatso, el 14º Dalai Lama, es autor de la reciente producción “Hacia una verdadera correspondencia de las Fe: Cómo las religiones del mundo pueden unirse”





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