quinta-feira, 19 de abril de 2012

El misterioso accidente de un Ferrari

La “dolce vita” de la nueva burguesía nacida en
las alturas del Partido “Comunista”

El misterioso accidente de un Ferrari y
los privilegios de los “principitos” chinos

Por Andrés Bermúdez Liévano
China Files, 02/04/2012

Beijing.– Sábado en la madrugada. Un Ferrari Spider 458 de color negro choca contra el muro de concreto de un puente en la zona universitaria de Beijing. El golpe ocurre a tal velocidad que la parte trasera del auto queda completamente destrozada y tres de los neumáticos salen volando. El conductor muere en el acto y sus dos pasajeras –que, por lo visto, se habían apretujado en el único puesto de copiloto– son llevadas al hospital, heridas de gravedad. La noticia no ha aparecido aún en ningún medio y sin embargo se vuelve comidilla en las redes sociales como Weibo, la plataforma de microblogging con 300 millones de usuarios.

Horas más tarde desaparecen todas las referencias al accidente y cualquier búsqueda de la palabra 'Ferrari' queda bloqueada en la web, enviando a la lujosa marca italiana al desván de palabras prohibidas al lado de Liu Xiaobo, Dalai Lama o Wukan. La misma suerte corre 'falali', su equivalente fonético más cercano.

Pero entre más son suprimidos los comentarios, más gana tracción la historia. La conclusión es casi obvia: el accidentado conductor no puede ser un simple millonario imprudente, sino que debe ser el hijo de un alto funcionario del gobierno. Una semana después, abundan las hipótesis pero su identidad sigue siendo un misterio.

El problema no es el accidente del Ferrari, sino la suma de incidentes protagonizados por los hijos de funcionarios públicos en un país donde la fortuna de muchos de ellos aumenta a medida que la brecha entre ricos y pobres se acentúa cada vez más. Impera la sensación de que las reglas no son las mismas para los “fuerdai” –“ricos de segunda generación”– y de que, cuando las rompen, no están sujetos a las mismas consecuencias que un ciudadano ordinario. A eso se le suma la indignación que genera el tren de vida de los “principitos”, como suelen ser llamados los hijos de los altos jerarcas del Partido Comunista chino.

“Ahora sí me da mucha curiosidad saber quién conducía ese Ferrari. A propósito, ¿alguien ha visto a Guagua en los últimos días?”, escribía el reconocido escritor y bloguero Kaiser Kuo en su cuenta de Twitter.

Kuo se refería a Bo Guagua, uno de los “principitos” más visibles. Al fin y al cabo, el reconocido playboy educado en Oxford y Harvard ha sido visto conduciendo un Ferrari rojo por las calles de Beijing, pese a que su familia lo ha desmentido en repetidas ocasiones.

Esta vez era poco probable que el conductor fuese Guagua. Resulta casi imposible apenas una semana después de que su padre Bo Xilai, el ex alcalde de Chongqing y una de las estrellas en ascenso de la política china, hubiese sido removido de su cargo en medio de un misterioso caso de corrupción y de las batallas al interior del Partido Comunista por integrar la próxima cúpula en el gobierno.

Ricos, fuera de control y por encima de la ley

Cualquiera que sea la identidad del accidentado conductor del Ferrari, la indignación crece en China con cada nuevo incidente. Tal vez el caso más célebre sea el de Li Qiming, un joven ebrio de 22 años que arrolló a dos estudiantes en el campus de la Universidad de Hebei en octubre de 2010, ocasionando la muerte de una de ellas. Cuando la policía se disponía a interrogarlo, Li les espetó “Adelante, a ver si puede. Mi padre es Li Gang”.

Los internautas chinos pronto descubrieron el nombre del padre. Aunque su cargo fuese apenas el de subdirector de la policía local –es decir, un alto oficial a nivel municipal–, la desafortunada frase del joven se convirtió rápidamente en el símbolo de la ramplonería de muchos hijos de funcionarios públicos y la impunidad. Hoy la frase “Mi padre es Li Gang” se utiliza sarcásticamente para describir a quienes buscan evitar que el peso de la ley caiga sobre ellos. Y entre más arriba estén el padre o la madre, mayor la ira digital.

La mayoría de los hijos de los altos jerarcas del Partido han estudiado por fuera de China, manteniéndose lejos de la opinión pública. Muchos intentan mantener el mismo bajo perfil tras regresar al país, aunque con Internet la información sobre el difuso gobierno chino circula rápidamente.

Hace una semana, el nombramiento del hijo del primer ministro Wen Jiabao como presidente de la China Satellite Communications Company despertó una cascada de comentarios en Weibo, el lugar preferido por los chinos para ventear sus opiniones. El anuncio de que Wen Yunsong, educado en la Universidad Northwestern de Chicago y propietario de una firma de capital riesgo, tomaría las riendas de la empresa estatal hizo que sus acciones subieran un 50% en apenas una semana. Wen hijo ha demostrado ser un empresario capacitado, pero no hay dudas de que su selección sería prácticamente imposible sin el visto bueno del gobierno y menos probable sin las conexiones paternas.

Si en un país donde la esfera pública y la privada están bien diferenciadas un nombramiento de este tipo genera suspicacias, no puede resultar raro en otro donde un alto porcentaje de las mayores empresas son total o parcialmente propiedad del Estado. El hijo del primer ministro no es el único “fuerdai” que ocupa un puesto importante.

Muchos de los hijos de los hombres y mujeres fuertes del Partido ocupan importantes cargos en el sector empresarial: en algunos casos cuentan con una preparación que les hace candidatos apropiados para el cargo, en otras el nepotismo es más evidente y menos justificable.

“Los padres hacen política y los hijos hacen negocios”, escribió Bo Zhiyue en su libro La política de élites china. Los hijos aprovechan el enorme capital político y social de sus padres, mientras que las empresas buscan a los herederos bajo la idea de que sus conexiones les traerán oportunidades de negocios, explica Bo.

Zhu Yunlai –hijo mayor del ex primer ministro Zhu Rongji– preside China International Capital Corp, una de las mayores bancas de inversión en China y mitad propiedad del gobierno. Li Xiaolin –hija del ex premier Li Peng– es la presidenta de China Power International Development, uno de los gigantes estatales del sector energético. El hijo del ex vicepresidente Rong Yiren ocupa el puesto 34 en la lista de millonarios de la revista Hurun Report.

La lista no se detiene. Li Huidi –el hijo de Li Changchun, el jefe de propaganda y uno de los hombres claves del actual gobierno– es el vicepresidente de la estatal China Mobile, la mayor compañía de telecomunicaciones del mundo por capitalización bursátil. Su hermana Li Tong preside el holding del Bank of China, también estatal y uno de los cuatro más grandes de China.

Sólo queda por adivinar quién conducía un Ferrari negro la noche del 24 de marzo.

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