por Hafez el Asad, padre del actual dictador
Una masacre
del padre del actual dictador
Supervivientes
de Hama relatan el horror 30 años después
Mientras 20.000 personas son
bombardeadas y esperan ser masacradas en cualquier momento en el barrio de
Baba Amor, en la ciudad de Homs, hace 30 años soldados sirios enviados por el
padre del actual presidente pusieron en marcha un asedio en Hama que acabó
con la vida de unas 25.000 personas.
El asedio militar sirio sobre
Homs, que ha entrado en su cuarta semana sin dar señales de remitir,
despierta el recuerdo de la masacre perpetrada hace 30 años en la vecina
ciudad de Hama.
Hace tres decenios, soldados
sirios enviados por el gobierno de Hafez el Asad, padre del presidente actual,
Bachar el Asad, pusieron en marcha un sangriento asedio sobre Hama que duró
27 días.
La operación sucedió a una
emboscada tendida a los soldados por miembros de la prohibida Hermandad
Musulmana y a varios ataques contra autoridades y presuntos
“colaboradores”. Es posible que el número final de víctimas se elevara a
25.000 en ambos bandos.
Entre 6.000 y 8.000 soldados
fueron enviados a Hama en febrero de 1982, según informes de prensa e
información recibida por Amnistía Internacional. Se bombardearon desde el
aire zonas antiguas de la ciudad para permitir la entrada de tropas y tanques
por las estrechas calles de la ciudad.
Al parecer, el antiguo barrio de
Hadra fue arrasado por tanques en los cuatro primeros días de enfrentamiento
armado.
El 15 de febrero de 1982, tras
varios días de intensos bombardeos, el ministro de Defensa sirio anunció que
se había sofocado el levantamiento en Hama. Pero no cesó el asedio a la
ciudad, que continuó aislada.
Tras dos semanas de registros
casa por casa y de detenciones generalizadas, con informes contradictorios
sobre atrocidades y masacres de habitantes inocentes por las fuerzas de
seguridad que dificultaron la tarea de establecer con certeza lo ocurrido.
Algunos de estos informes tenían relación con abusos, incluidos homicidios
cometidos por grupos de oposición.
Sobrevivientes del asedio de
Hama en 1982 han relatado recientemente su experiencia de aquel horror a
Amnistía Internacional, incluidas masacres y torturas.
“No podemos
sacar a mi abuela para que se la coman los perros”
Maha Mousa, que en la actualidad
tiene 49 años y reside en Londres, ha recordado su experiencia del asedio.
El ejército ocupó la casa de
su familia y colocó francotiradores en el tejado. Ella recuerda su sensación
de repugnancia ante la visión de los cadáveres en el exterior.
Al morir su abuela por causas
naturales durante el asedio, la familia no supo adónde llevar el cuerpo:
“Preguntamos a los militares
que estaban en nuestra casa qué debíamos hacer con el cadáver. Uno nos dijo
que lo sacáramos a la calle sin más. Pero recuerdo haber mirado por la
ventana y haber visto unos perros devorando los cadáveres que ya inundaban
nuestra calle, y haber pensado que no podía sacar allí a mi abuela para que
se la comieran los perros.”
Aun después de los hechos, los
sobrevivientes siguieron viviendo rodeados de temor.
Tras el ataque de 1982, el tío
de Maha Mousa fue acusado de pertenecer a la Hermandad Musulmana y detenido.
Aunque negó las acusaciones,
sufrió tortura y muerte bajo custodia. Según Mousa, cuando devolvieron su
cuerpo a la familia le faltaban los ojos y las uñas.
También recordó que, en un
ataque contra el templo de la ciudad, la mezquita de Masud, se dio muerte a
unos 60 hombres y posteriormente las fuerzas de seguridad les cortaron los
dedos y los colocaron a lo largo de los muros de la mezquita.
“Nadie se atrevió a
retirarlos de allí durante los dos años siguientes a la masacre. Tal era el
miedo” aseguró.
Tensiones
latentes
El asalto militar a Hama en 1982
no fue un episodio aislado, sino más bien la culminación de las tensiones
que venían acumulándose desde hacía años entre el gobierno de Hafez el
Asad y sus opositores políticos.
Según contaron sobrevivientes a
Amnistía Internacional, en los años anteriores al asalto el ejército sirio
había ido extendiendo gradualmente los puestos de control por la ciudad y
llevado a cabo ataques aislados contra la oposición.
Pero los residentes de Hama no
estaban preparados para la escalada de la violencia y la brutalidad de los
acontecimientos de febrero de 1982.
La noche del 2 de febrero de ese
año, tras la emboscada tendida por la Hermandad Musulmana a los soldados, los
habitantes de la ciudad se despertaron con el ruido de intensos tiroteos. A lo
largo de las semanas siguientes estuvo interrumpido el suministro de energía
y alimentos, y los habitantes asediados vivieron en permanente estado de temor
debido a los disparos incesantes.
“Sólo cinco días después me
marché de casa; ayudé a enterrar a una mujer embarazada y luego volví [a
casa]” afirmó Abd al Hadi al Rawani, antiguo habitante de Hama que ahora
reside en Londres.
“Al décimo día volví a
marcharme, pero [...] fue tal el trauma de ver tantos cadáveres que regresé.”
A las tres semanas del asedio de
Hama, el ejército convocó una concentración progubernamental. Según Abd al
Hadi al Rawani, las fuerzas de seguridad mataron a un gran número de personas
que se habían quedado en sus casas en lugar de asistir a la manifestación.
“Lo que está pasando en Siria
en estos momentos es idéntico a lo ocurrido en Hama en 1982: la gente quiere
libertad y el régimen la reprime”.
Ya no están
aislados
Aunque las tácticas militares
descritas por los sobrevivientes de Hama se asemejan a las empleadas en Homs y
otras ciudades en la actualidad, la sensación de aislamiento que tuvieron sus
habitantes en 1982 ha disminuido.
“Ahora la gente conoce las
mentiras y los crímenes del régimen; ya sabemos cómo funciona la seguridad
política” afirmó Ayad Khatab, originario de Hama y que ahora vive en el
extranjero.
“Hama ya no está aislada, hay
solidaridad entre distintas ciudades. Es algo que sube la moral no sólo en
Hama, sino en todo Siria [...] ya no tienen miedo”.
Según “Mohamed”, activista
de Hama que habló con Amnistía Internacional con la condición de mantenerse
en el anonimato, en 1982 hubo menos deserciones del ejército debido a la
falta de cobertura informativa independiente de los sucesos.
Pero eso ha cambiado, ya que
ahora salen más imágenes de vídeo y relatos de testigos presenciales de las
ciudades sirias a través de Internet, la telefonía móvil y las
comunicaciones vía satélite.
“La diferencia fundamental está
en que, en 1982, Hama quedó totalmente destruida y en los pueblos de
alrededor no lo supieron hasta una semana después” contó Mohamed a Amnistía
Internacional.
“Los medios de comunicación
representan la mayor amenaza para el régimen; por eso, el peor delito que se
puede cometer hoy en Siria, en opinión del gobierno, es facilitar información
a los medios de comunicación extranjeros”.
“Viviremos
con dignidad o moriremos”
A pesar de que ahora se tiene más
información en el exterior sobre el asalto militar contra Homs y otras
ciudades sirias, el sufrimiento no cesa.
Maha Mousa transmitió el
mensaje de un amigo que aún reside en Hama, donde, como en 1982, escasean los
alimentos y el combustible desde hace varias semanas.
“No han podido con armas y
balas, así que van a intentar matarnos de hambre y frío” le dijo a Mousa
el residente de Hama.
“Viviremos con dignidad o
moriremos. Todos sabemos que algún día tenemos que morir [...] no nos asusta
la idea. Pero vivir así es como morir mil veces, eso sí que asusta”.
Amnistía Internacional ha
obtenido los nombres de más de 6.000 personas a las que, según informes, se
ha dado muerte en todo Siria durante las protestas, o en relación con ellas,
desde mediados de marzo de 2011. Se piensa que en muchos casos las fuerzas de
seguridad dispararon munición real contra ellas cuando participaban en
manifestaciones pacíficas o asistían a funerales de personas muertas en
protestas anteriores.
En las últimas semanas, Hama ha
vuelto a ser objeto de una campaña militar que incluye arrestos, registros y
enfrentamientos armados entre las fuerzas de seguridad y los grupos de oposición.
También
han muerto miembros de las fuerzas de seguridad, algunos a manos de miembros
de grupos armados, incluidos desertores del ejército que ahora luchan contra
el gobierno. Se ha detenido a miles de personas y muchas permanecen recluidas
en régimen de incomunicación durante largos periodos en lugares desconocidos
en los que, según informes, la tortura y otros malos tratos son habituales.
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