Panamá: tierra de abundancia
Mil quinientas islas, centenares de ríos, culturas expuestas, playas desiertas y el hilván de la historia en sus ciudades.
Notas relacionadas
Guadalupe Díaz - Especial para Turismo
Panamá significa abundancia de peces y de cara al mar Caribe y al
océano Pacífico que, a su vez, se unen por ese magnífico canal que
orgullosos muestran al mundo, la denominación le sienta. Pero el
visitante encontrará otras abundancias: hay 1.500 islas y 480 ríos. Hay
varias etnias distribuidas en el territorio con sus culturas expuestas;
hay rascacielos y playas desiertas; abunda también la alegría.
De lo viejo a lo nuevo y de ahí a lo natural
Como siempre la historia ayuda a comprender el hoy. Entonces dar un vistazo a los vestigios de aquella primera fundación en 1519, ésa que era base para las expediciones que partían a conquistar el Imperio Inca, ésa que recibía el botín de oro y plata que iría a España en las rutas comerciales, ésa que saqueó el pirata Morgan, sirve.
Luego el casco antiguo de la segunda fundación, la de 1671, resguardada por muros para evitar saqueos del mar, está ahí más notorio para admirar.
Con la gracia caribeña en frentes de colores y balcones floridos, con exponentes bellísimos de arquitectura religiosa donde sobresale la torre de San Francisco de Asís y la catedral, la Iglesia San Felipe de Neri -la más antigua del país-, o la de San José con su altar de oro. Casonas, palacetes y edificios públicos ven transcurrir las horas con la parsimonia del que se mueve lento, efecto natural ante las altas temperaturas, bajo las alas de su sombrero Panamá (el verdadero se dobla entero y jamás se rompe, advierten).
Desde arriba el cerro Ancón presta la silla para admirar toda la urbe, el puente de las Américas, el canal, las esclusas, Causeway de Amador y Allbrook. Mención aparte merece la visita al canal, conocer su funcionamiento y su historia, especialmente por el sentir de pecho afuera de los habitantes ante su colosal obra que desde que EEUU le entregó la administración, ha sido fuente inagotable de prosperidad.
El primer día los encontrará mirando la línea costera en torno a Punta Pitilla donde seguramente se encuentre su hotel, que implicará caminatas de exploración por las bondades hacia el turismo y la ciudad que se esmera en avanzar hacia arriba mostrando una skyline sorprendente. Una huida hacia la Costa Este. Ese nuevo mega proyecto urbano de torres y moderna infraestructura especialmente para oficinas y finanzas, habla claro de lo que pretende Panamá.
Las compras son otro de sus secretos a voces en la capital. Los buenos precios y los shoppings que adoran los argentinos son parte de sus atractivos, con precios que asemejan los de Miami. Sin dudas las playas son las que en vacaciones se anhelan. Hacia el Mar Caribe -Comarca de San Blas y Bocas del Toro-; en el Océano Pacífico -Farallón, Pedasí, Coronado, Playa Kobbe, Playa Veracruz, por nombrar algunas.
Un pedacito de Edén aborigen
Hacia el norte del istmo, el archipiélago de San Blas con más de 370 islas se encuentra entre los reductos paradisíacos que esconde el país. Con ínsulas habitadas -unas 60- y otras desoladas con extensiones de blancas arenas, aguas turquesas y cocoteros antes de la vegetación suculenta. Allí la comarca aborigen Kuna Yala conocidos también como pueblo Guna son los poseedores de tierra y agua -sus 49 comunidades están reconocidos por el gobierno- y también son los que prestan servicios.
Cabañas enclavadas en el verde, cerca del mar, complejos de turismo eco sustentables, restaurantes de productos frescos, esos que están al alcance de la mano, nada más. El plan por esta zona se resume a disfrutar del entorno olvidándose de cualquier apuro, de Internet -porque no hay-, de todo lo que signifique sociedades modernas.
Conocer la cultura kuna, sus modos de aprovechar lo que brinda natura, su cosmovisión, pescar con ellos en los cayucos con hilos o redes, y luego cocinar la faena para más tarde escuchar historias, un día perfecto. Pero también hay que dar lugar al océano, el gran proveedor, el snorkel para pispearlo por dentro y el kayak para andar de isla en isla cual Robinson. Imaginen que hay islotes que apenas albergan un puñado de palmeras y nada, nada más.
Hay que ver cómo las mujeres, (de collares y pulseras de varias vueltas en piernas y manos, de pañuelos rojos en la cabeza y faldas anchas), confeccionan las increíbles molas, con motivos del derecho y el revés. Los fascinantes colores estridentes con dibujos geométricos y antropomorfos se ven en todo tipo de prendas.
El método ancestral utilizado es realmente conmovedor. La comercialización de las molas son la principal fuente de ingreso para muchas familias. Obviamente el turismo contribuye cada vez más a la subsistencia. Las comunidades cuentan con cultivos en el continente y la gran producción marítima de la que venden langostas, peces y mariscos a los hoteles panameños.
Quien llega a este grupo de ínsulas no debe pretender resort 5 estrellas o animación las 24 horas, sí, el valor de leer el cielo, oír el viento y entender la tierra.
El otro rincón
Bocas del Toro es otro archipiélago y es muy famoso. Quizá sea su canopy, las excelentes olas para surfear, sus arrecifes coralinos para inspeccionar con tanque o patas de rana, quizá sean sus playas doradas o los bosques lluviosos, los que llevaron al destino a su popularidad. O tal vez es el combo que da paisajes de ensueño, confort y aventura a gusto y piacere.
Isla Colón concentra los servicios pero hay muchas otras habitadas y con diversas propuestas para viajeros. La zona de dialecto guari guari o créole, habitada por isleños hijos de otros isleños del Caribe es multicultural y excelente anfitriona. Sus casitas de madera y vivos colores son vecinas de hoteles (no hay resorts) y mercados, todo sencillo aunque muy completo. Pero lo que aquí realmente importa es la naturaleza.
Las excursiones que llevan a ver a los delfines nariz de botella están en el top ten de las actividades para realizar. En el mismo tour los viajeros practican snorkel en Cayo Coral, comen deliciosos mariscos en un chiringuito costero y disfrutan del entramado selvático en el que abundan las ranitas rojas que dan nombre a la playa cercana, Red Frog Beach. Luego siguen por Isla Solarte para volver a meterse al agua en los arrecifes naturales de Punta Hospital.
La solitaria isla de los Pájaros, protegida, por lo que no se puede desembarcar, es otro de los paseos sugeridos. Allí los avistajes de aves son la meta. Otro de los paseos dilectos es hacia Playa de las Estrellas de Mar porque entre las aguas los colores de la especie obnubilan. El canopy es también muy requerido. En Bastimentos hay 7 largos tramos con plataformas sobre los árboles, en el bosque lluvioso y de cara al mar, una experiencia fascinante.
Por lo demás andar entre islas por el parque marino, comer todo tipo de bicho de mar con los pies en la arena, lanzarse de cabeza o estilo bomba desde los botes, hacer la planchita en las translúcidas aguas mientras los pececitos de colores rozan la piel y los cazadores de langostas persiguen la cena.
De lo viejo a lo nuevo y de ahí a lo natural
Como siempre la historia ayuda a comprender el hoy. Entonces dar un vistazo a los vestigios de aquella primera fundación en 1519, ésa que era base para las expediciones que partían a conquistar el Imperio Inca, ésa que recibía el botín de oro y plata que iría a España en las rutas comerciales, ésa que saqueó el pirata Morgan, sirve.
Luego el casco antiguo de la segunda fundación, la de 1671, resguardada por muros para evitar saqueos del mar, está ahí más notorio para admirar.
Con la gracia caribeña en frentes de colores y balcones floridos, con exponentes bellísimos de arquitectura religiosa donde sobresale la torre de San Francisco de Asís y la catedral, la Iglesia San Felipe de Neri -la más antigua del país-, o la de San José con su altar de oro. Casonas, palacetes y edificios públicos ven transcurrir las horas con la parsimonia del que se mueve lento, efecto natural ante las altas temperaturas, bajo las alas de su sombrero Panamá (el verdadero se dobla entero y jamás se rompe, advierten).
Desde arriba el cerro Ancón presta la silla para admirar toda la urbe, el puente de las Américas, el canal, las esclusas, Causeway de Amador y Allbrook. Mención aparte merece la visita al canal, conocer su funcionamiento y su historia, especialmente por el sentir de pecho afuera de los habitantes ante su colosal obra que desde que EEUU le entregó la administración, ha sido fuente inagotable de prosperidad.
El primer día los encontrará mirando la línea costera en torno a Punta Pitilla donde seguramente se encuentre su hotel, que implicará caminatas de exploración por las bondades hacia el turismo y la ciudad que se esmera en avanzar hacia arriba mostrando una skyline sorprendente. Una huida hacia la Costa Este. Ese nuevo mega proyecto urbano de torres y moderna infraestructura especialmente para oficinas y finanzas, habla claro de lo que pretende Panamá.
Las compras son otro de sus secretos a voces en la capital. Los buenos precios y los shoppings que adoran los argentinos son parte de sus atractivos, con precios que asemejan los de Miami. Sin dudas las playas son las que en vacaciones se anhelan. Hacia el Mar Caribe -Comarca de San Blas y Bocas del Toro-; en el Océano Pacífico -Farallón, Pedasí, Coronado, Playa Kobbe, Playa Veracruz, por nombrar algunas.
Un pedacito de Edén aborigen
Hacia el norte del istmo, el archipiélago de San Blas con más de 370 islas se encuentra entre los reductos paradisíacos que esconde el país. Con ínsulas habitadas -unas 60- y otras desoladas con extensiones de blancas arenas, aguas turquesas y cocoteros antes de la vegetación suculenta. Allí la comarca aborigen Kuna Yala conocidos también como pueblo Guna son los poseedores de tierra y agua -sus 49 comunidades están reconocidos por el gobierno- y también son los que prestan servicios.
Cabañas enclavadas en el verde, cerca del mar, complejos de turismo eco sustentables, restaurantes de productos frescos, esos que están al alcance de la mano, nada más. El plan por esta zona se resume a disfrutar del entorno olvidándose de cualquier apuro, de Internet -porque no hay-, de todo lo que signifique sociedades modernas.
Conocer la cultura kuna, sus modos de aprovechar lo que brinda natura, su cosmovisión, pescar con ellos en los cayucos con hilos o redes, y luego cocinar la faena para más tarde escuchar historias, un día perfecto. Pero también hay que dar lugar al océano, el gran proveedor, el snorkel para pispearlo por dentro y el kayak para andar de isla en isla cual Robinson. Imaginen que hay islotes que apenas albergan un puñado de palmeras y nada, nada más.
Hay que ver cómo las mujeres, (de collares y pulseras de varias vueltas en piernas y manos, de pañuelos rojos en la cabeza y faldas anchas), confeccionan las increíbles molas, con motivos del derecho y el revés. Los fascinantes colores estridentes con dibujos geométricos y antropomorfos se ven en todo tipo de prendas.
El método ancestral utilizado es realmente conmovedor. La comercialización de las molas son la principal fuente de ingreso para muchas familias. Obviamente el turismo contribuye cada vez más a la subsistencia. Las comunidades cuentan con cultivos en el continente y la gran producción marítima de la que venden langostas, peces y mariscos a los hoteles panameños.
Quien llega a este grupo de ínsulas no debe pretender resort 5 estrellas o animación las 24 horas, sí, el valor de leer el cielo, oír el viento y entender la tierra.
El otro rincón
Bocas del Toro es otro archipiélago y es muy famoso. Quizá sea su canopy, las excelentes olas para surfear, sus arrecifes coralinos para inspeccionar con tanque o patas de rana, quizá sean sus playas doradas o los bosques lluviosos, los que llevaron al destino a su popularidad. O tal vez es el combo que da paisajes de ensueño, confort y aventura a gusto y piacere.
Isla Colón concentra los servicios pero hay muchas otras habitadas y con diversas propuestas para viajeros. La zona de dialecto guari guari o créole, habitada por isleños hijos de otros isleños del Caribe es multicultural y excelente anfitriona. Sus casitas de madera y vivos colores son vecinas de hoteles (no hay resorts) y mercados, todo sencillo aunque muy completo. Pero lo que aquí realmente importa es la naturaleza.
Las excursiones que llevan a ver a los delfines nariz de botella están en el top ten de las actividades para realizar. En el mismo tour los viajeros practican snorkel en Cayo Coral, comen deliciosos mariscos en un chiringuito costero y disfrutan del entramado selvático en el que abundan las ranitas rojas que dan nombre a la playa cercana, Red Frog Beach. Luego siguen por Isla Solarte para volver a meterse al agua en los arrecifes naturales de Punta Hospital.
La solitaria isla de los Pájaros, protegida, por lo que no se puede desembarcar, es otro de los paseos sugeridos. Allí los avistajes de aves son la meta. Otro de los paseos dilectos es hacia Playa de las Estrellas de Mar porque entre las aguas los colores de la especie obnubilan. El canopy es también muy requerido. En Bastimentos hay 7 largos tramos con plataformas sobre los árboles, en el bosque lluvioso y de cara al mar, una experiencia fascinante.
Por lo demás andar entre islas por el parque marino, comer todo tipo de bicho de mar con los pies en la arena, lanzarse de cabeza o estilo bomba desde los botes, hacer la planchita en las translúcidas aguas mientras los pececitos de colores rozan la piel y los cazadores de langostas persiguen la cena.
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